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sábado, 2 de agosto de 2008

Las madres de antes

He encontrado por ahí un texto que me voy a permitir reproducir y comentar en estas líneas y que habla de las madres que educaron a los de mi generación.

Era la época en que no existían los Tratados Internacionales sobre “los derechos de los niños y las niñas”, ni las Comisiones de Derechos Humanos, ni el Defensor del Menor. Por tanto, no había a quién recurrir para salvarse de un castigo, un cachete o una reprimenda, que ahora sería considerada como violencia psicológica o física. Si acaso nos quedaba el recurso de correr con la abuela para que nos salvara de aquella mano correctora, cuya finalidad era la de forjar nuestro carácter. Pero, así crecimos y creo que el producto resultante no fue malo, aunque en ese proceso aprendimos muchas cosas.

Muchas son las cosas que aprendimos de nuestras madres, entre otras, las siguientes:

Nos enseñaron a apreciar un trabajo bien hecho: “Si os vais a matar, hacedlo fuera. Acabo de terminar de hacer los quehaceres”. En muchos de nuestros hogares era mamá quien recogía la casa, barría y limpiaba el polvo y, hacia el mediodía, comenzaba a preparar la comida. Era entonces un crimen contra la humanidad el llegar a casa y ponerte a pelear con tu hermano o revolver algunas cosas, después de que ella se había pasado muchas horas ordenando la casa.

A su modo nos enseñó religión y a rezar: “Mejor reza para que se quite la mancha de rotulador que hiciste en el sofá”. Cierto es, que en ocasiones ni rezándole a la Virgen de lo que sea se componían los estropicios que hacíamos en la casa.

También nuestras madres nos enseñaron lógica: “Porque yo lo digo y punto". ¿Podía haber argumento más convincente que ése? Si nos poníamos protestones, la conversación terminaba con un: “Porque soy tu madre, sólo por eso. ¿Te parece poco?”.

Nos enseñaron ironía: “¿Quieres llorar de verdad?”. O la otra: “Te voy a dar una torta para que llores de verdad (o "con razón", las dos maneras se utilizaban)”.

También aprendimos lo que es la osmosis: “Cierra la boca y come”. ¿Cómo podíamos hacer esas dos cosas al mismo tiempo?

Aprendimos lo que es la fuerza de voluntad: “Te vas a quedar sentado hasta que te lo comas todo”. Recuerdo varias veces en las que me quedé sola en la cocina, con el plato de lo que fuera encima de la mesa, cada vez más frío, mirando cómo pasaban las horas mucho más lentamente de lo habitual y sin poder salir hasta que me lo terminaba, ya helado. Solía ser cuando había para comer hígado (o cosas de esas) o habas, en mi caso, y alcachofas en el caso de mi hermana. Y también recuerdo otras veces en las que mi madre me decía "No lo quieres para comer. Muy bien, pues lo tendrás para cenar". Y lo cumplía, la muy jodida.

Nos mostraron lo que es el ciclo de la vida: “Síguele con eso y ya verás. Porque te traje a esta vida y te puedo sacar de ella (o su equivalente, "si pudiera meterte por donde saliste...")”.

Nos impulsaban a hacer contorsionismo: “Mira lo marrana que tienes la cabeza. Míratela”.

Nos enseñaban a modificar patrones de comportamiento: “No hagas como tu padre”.

Nos mostraban lo que es la rectitud: “Te voy a enderezar de un solo mandarriazo (o el equivalente navarro, "Te voy a dar un palo que vas a andar más recto que la vela maría")”.

Nos enseñaron habilidades como la ventriloquia: “No protestes, cállate y contéstame. ¿Por qué lo hiciste?”.

Y la clásica clase para ser ahorrativos: “Guarda las lágrimas para cuando yo me muera”.

Por ésas y tantas lecciones más, debemos de estar profundamente agradecidos con nuestras madres, porque “malgré Tout”, aprendimos a caminar por este mundo y aquí estamos sin traumas ni rencores.

5 comentarios:

Boris dijo...

muchas de las situaciones del texto me resultan familiares. Parece que todas las madres de los de nuestra epoca son iguales.

Al Neri dijo...

Muy divertido y a la vez un bonito homenaje a las madres de esa generación, en la que encuadro también a la mía. Sin embargo fueron unos años en que ya se empezaban a incorporar muchas madres al trabajo y se notaba la diferencia entre el hogar de una ama de casa (mucho más obsesionada por tener la casa impoluta) y el de una curranta, que tenía demasiadas cosas en la cabeza como para preocuparse con detallines.

Anónimo dijo...

Hola Yomismamente,

Acabo de ver tu comentario en mi blog y he visitado el tuyo. Entre la visita y el comentario me he animado a seguir, que lo tengo muy dejado.

Gracias. Tu blog genial, a ver si aprendo.

Un saludo,

Ezperun

Ayelet dijo...

No se que decirte Yomismamente, donde este un trato correcto a los niños, ya aprenderan..no?...no se, los niños de Michael (Jackson) se les ve tan educados,y no le veo a él diciendoles !o te comes la cena o te quedas sin orejas! xD..no se..

Un saludo

yomismamente dijo...

Yo creo que lo de la obsesión por tener la casa impoluta va con "ser madre". Independientemente de si la madre es ama de casa o tiene un trabajo fuera, su casa ha de estar siempre impecable "no vaya a ser que venga una visita y encuentre la casa hecha un desastre" (palabras textuales de mi madre que, aunque durante mi infancia era ama de casa, hace ya muchos años que trabaja también fuera).
En cuanto a la educación de los hijos, me quedo con la que se daba antes y estoy 100% a favor del cachete a tiempo. La de problemas que se evitarían si, en vez de tanto diálogo con los hijos (que no digo que no haya que hablar), se les diera una torta y se dejara claro quién es la autoridad en casa. Así nos va... Hijos que denuncian a sus padres por darles un bofetón, padres amenazados por sus hijos, niños que agreden a profesores, profesores con depresión por culpa de los niños...